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jueves, 11 de diciembre de 2014

La caza indiscriminada de ballenas

La industria ballenera ha cazado una población tras otra de este grandioso cetáceo, persiguiendo nuevas especies a medida que se iban agotando. Hace ya casi 40 años que Greenpeace empezó a concienciar al mundo sobre esta masacre.
En 1982 se prohibió la caza comercial de ballenas en los países que formaban parte de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), debido a una elevada presión social y al lamentable estado en el que se encontraban las poblaciones de estos mamíferos. España era uno de los países que cazaba ballenas hasta que entró en vigor esta moratoria, algo que no sucedió hasta 1986. De hecho, el barco de Greenpeace Rainbow Warrior I estuvo apresado en Ferrol por la Armada Española por oponerse a los balleneros gallegos. En 1994 la misma CBI creó un Santuario de Ballenas en la Antártida.
A pesar de estas prohibiciones, varios países siguen acabando con ellas:
  • Noruega presentó una objeción oficial a la moratoria en 1982 y continúa cazando en el Atlántico Norte.
  • Islandia abandonó la CBI en 1992, pero se reincorporó en 2003, con una objeción a la moratoria y comenzó la caza comercial en 2006.
  • Japón caza ballenas en la Antártida y el Pacífico Norte, utilizando una laguna de la moratoria a la caza comercial de ballenas, que permite a los países cazar ballenas para “investigación científica”. Sin embargo, esta “caza científica” es una farsa, ya que la carne de ballena se empaqueta y se vende en el mercado. En 2008, dos miembros de Greenpeace Japón, Junichi Sato y Toru Suzuki, destaparon el escándalo de contrabando de carne de ballena y demostraron cómo la carne llegaba a los mercados. A pesar de las pruebas, fueron condenados a 18 meses de prisión con tres años de libertad con cargos en un proceso judicial lleno de irregularidades. En marzo de 2014 el Tribunal Internacional de La Haya declaró ilegal la caza de ballenas con fines científicos de Japón en la Antártida.
Además de su caza, ahora las ballenas también tienen que hacer frente a otras causas que están afectando seriamente a su supervivencia: el cambio climático, la contaminación, la destrucción del hábitat y la pesca descontrolada son problemas que se deben ser abordar urgentemente si queremos un mar saludable para las ballenas, para todos los seres que en él viven y para las comunidades que dependen de él.
Lamentablemente, de las diferentes especies de ballenas que existen, casi todas sus poblaciones se encuentran reducidas, algunas al borde de la extinción, otras en lenta recuperación y algunas tienen en jaque a los científicos, que no logran descifrar si se recuperan o decrece su número. Por ejemplo, la ballena azul -el animal más grande que ha habitado jamás el planeta- aún no se ha recuperado de la caza indiscriminada que la llevó al borde de la extinción. Y como ella, muchas otras.
Estos datos son especialmente preocupantes, pues las ballenas viven mucho tiempo -pueden alcanzar entre los 70 y 150 años- y su reproducción es muy lenta.



Greenpeace lucha por poner fin a la caza comercial de ballenas y a la realizada bajo supuestos fines científicos. La organización quiere que la CBI se convierta en un organismo de conservación de estos grandes mamíferos y tome las riendas de la protección y creación de santuarios marinos para las ballenas. En Japón, la organización trabaja concienzudamente en la concienciación del consumidor para que no compre carne de ballena.
Greenpeace sí acepta la caza de subsistencia, porque es diferente a la caza comercial de ballenas. Y es que los objetivos de esta caza aborigen incluyen:
  • Asegurar que no aumenten seriamente los riesgos de extinción.
  • Permitir la captura a perpetuidad adecuada a las necesidades culturales y de nutrición.
  • Mantener poblaciones con niveles de reproducción biológicamente sostenibles
Bajo los reglamentos actuales de la CBI, la caza de subsistencia está permitida para las comunidades aborígenes de Dinamarca, la Federación Rusa, San Vicente y Las Granadinas y Estados Unidos. Es responsabilidad de cada gobierno dar a la Comisión evidencia de las necesidades culturales y de subsistencia de su pueblo. El Comité Científico brinda asesoría sobre los límites de captura seguros de esos stocks.














lunes, 1 de diciembre de 2014

Pesca submarina del Mero

El mero, por muchos considerado como el rey de la pesca, es uno de los peces que más técnica requieren para su captura. En el presente artículo intento daros a conocer todas mis experiencias en las costas mallorquinas.

Hábitat y costumbres

El mero es un pez de distribución barométrica, es decir, que a más profundidad, más grandes son los ejemplares. Es por eso que aquellos capaces de bajar más allá de los 30 metros pueden obtener buenas piezas con “relativa” facilidad.

El mero es un cazador nocturno. Durante el día lo veremos siempre en su casa, la cual se caracteriza por:

• Tener más de una entrada, y sin visibilidad entre ellas. Es decir, si le atacan por una entrada, el pez siempre podrá salir por otro lado sin que el atacante le vea.

• Tener un espacio muerto. Un punto en donde puede colocarse el mero sin ser visto desde ninguna de las entradas.

• Las entradas tienen el espacio justo para que él quepa. Esto le permite dos cosas: a) que no puedan entrar dentro de su casa animales más grandes que él y b) que se pueda enrocar con facilidad.

Además el mero siempre dispone de segundas residencias. Estos agujeros nunca son tan completos como su casa habitual, pero le pueden dar un refugio si se siente amenazado lejos de su casa.

A medida que el mero va creciendo va abandonando su casa en busca de nuevas, que sean más grandes y a mayor profundidad.

El mero es un pez que puede crecer indefinidamente, aunque en el mediterraneo es muy raro ver ejemplares sobre los 60 Kilos. No obstante en otros mares superan los 100. A mayor tamaño, mayores son sus necesidades alimenticias, por lo que se empieza a convertir en un depredador insaciable. Si cogéis un mero de más de 30 Kilos podéis estar seguros de que le habéis hecho un favor al mar.

Como ya he dicho, durante el día está en su casa, normalmente con medio cuerpo fuera de ella para vigilar su entorno. Si se siente amenazado entra en ella y se esconde. Al caer la tarde y poco antes de anochecer, sale de su casa en busca de sus presas. Pero siempre por las mismas zonas, en las que conoce el paradero de segundas residencias que le den seguridad en caso de necesidad.


 

 Su captura

Su captura conlleva tres pasos:
1. Localización: Encontrar al pez.
2. Disparo: Arponearlo.
3. Extracción: Sacarlo de su cueva.

Localización
Una de las formas de localizarlo es haciendo pasadas a media altura, oteando el fondo marino. Si nuestros movimientos son lentos probablemente no nos verá. Podemos encontrarlo de dos formas, dependiendo de la hora del día:

• Paseando en busca de presas: En este caso mi recomendación es que si puedes vayas directamente a por él. Si puedes hacerle una caída será lo mejor, pero sino no importa. Lo más probable si te ve es que se esconda corriendo en una segunda residencia. Allí lo pescaremos al agujero.

• Medio asomado en su casa: En este caso, sube, toma aire y hazle una caída. Si la caída fracasa el pez se esconderá. Tendremos que pescarlo al agujero.
Si lo hemos cogido fuera de su casa, o en la puerta hay que tirar corriendo de él, ya que nos ahorraremos todas las fases posteriores.
Si en cambio se mete en su casa (lo más común), la tarea será bastante más larga.
Otra opción es encontrarlo mientras rastreamos agujeros. Sea como fuere, una de dos, o lo hemos capturado fuera o esta enrocado.

Disparo
Doy por sentado que el pez se ha escondido y hay que pescarlo al agujero. El mayor problema está en que normalmente se esconderá de la vista y no podremos darle. Para sacarlo de ahí hay varias formas:

• Si se trata de un gran mero, probablemente podamos entrar hasta dentro y disparle. Sólo os recomiendo hacer eso cuando el fondo de la casa sea de arena (sólo se suele dar en segundas residencias). En ese caso le daréis y el pez levantará una nube de arena que no os dejará ver nada. Pero a la siguiente inmersión podréis sacarlo, ya que él no podrá enrocarse, porque patinará en la arena. De todas formas hay que estar muy seguros de que el animal no podrá enrocarse, porque si se enroca en una zona oculta su extracción será imposible.

• Si no os atrevéis a entrar o no cabéis, podéis sorprenderlo. Sube a la superficie. Toma aire y espera. Cuando vuelvas a bajar hazlo muy sigilosamente y boca abajo. Debes aparecer de pronto en la entrada con el fusil preparado. Probablemente el mero haya salido de su lugar oculto, seguirá en su casa, pero a la vista. Tendréis poco tiempo hasta que se vuelva a ocultar por lo que hay que evitar retrasar el disparo. Esto lo podréis hacer varias veces, pero a la cuarta o quinta fallida, el mero se aprende el truco y ya estará siempre en su zona oculta, o casi en ella. Vamos que el mejor momento es el primero, y cuanto más tardes peor se pone la cosa.

• Otra forma es ver donde se está escondiendo y hacerle una espera al agujero. Esto es, quedarse quietos apuntando al sitio en donde asomará el mero. Cada cierto tiempo el mero se asoma a ver si nos hemos ido. Se asoma muy poco tiempo, pero hay una ventaja, lo que asoma es la cabeza, el mejor sitio para dispararle.

Con los meros hay que estar muy seguros de que estamos disparando desde una entrada de la que puede salir. Si no lo hacemos así, perderemos al mero y las varillas que le lancemos.
El lugar idóneo para darle es en las branquias. Excepto la superficie del pez, que es dura, las branquias son huecas, por lo que la varilla pasa fácilmente. Además todas las agallas son muy duras y ofrecerán una resistencia formidable a la palometa (la parte móvil de la punta de la tahitiana). En esa zona no hay riesgo de desgarros, ya que está rodeada por hueso, tanto arriba como abajo. Si le damos en otra zona tenemos un serio riesgo de desgarro.

Nada más darle hay que empujar la varilla para asegurar que pasa la palometa, y tirar del pez. En este momento el pez está desorientado y se mueve violentamente, por lo que no se ha enrocado bien. Un tirón certero puede sacar al animal nada más darle.

Si no saliese, hay que soltar carrete y subir a la superficie con el fusil, pero siempre manteniendo la cuerda tensa. Una vez en superficie le colocamos una mini-bolla sumergida para que siempre esté tirando de el mero. La cuerda deberá estar tensa en todo momento.

NUNCA, bajo ningún concepto dejéis el fusil en el fondo. Si el mero deja de notar tensión se irá al fondo de su cueva. Perderéis acceso a la varilla, y si el fúsil está en el fondo puede que incluso también lo perdáis. Por lo tanto carrete y siempre tenso.

Aquí hay varios trucos:

• Si no tenéis mini-bolla, podéis usar la bolla normal. Atad la cuerda a vuestra bolla semi-sumergida. Esto tiene el inconveniente de que si el mero sale un poco, la cuerda se destensa y hay que volver a atarla en otro punto.

• Si no tenéis carrete podéis, antes de disparar al mero, atar el fusil a la cuerda de la bolla. Una vez dado deberéis atar la cuerda de nuevo a la bolla para que ésta esté tensa.

Extracción
Si el primer impacto está mal dado, o es dudoso que el animal se pueda desgarrar, deberéis (si tenéis más de un fusil) darle otro impacto en zona segura, antes de intentar sacarlo. Aquí entra ahora en juego el material especial que podáis tener. En principio con dos impactos en el animal, seguro que ya no se escapa. Ahora hay que sacarlo.

El animal usa sus aletas y agallas a modo de ancla. Son muy duras y difícilmente las podréis romper. Sacarlo hacia afuera puede ser muy complicado. Si tiráis hacia afuera os encontraréis con que no podéis hacer mucha fuerza porque os resbalan las manos. NUNCA debéis tirar de la cuerda para sacarlo, correréis el riesgo de romperla. Si tenéis un desenroscavarillas, o un fusil como el Picasso (que lleva uno incorporado) podréis engancharlo y tirar hacia afuera.

No obstante el animal hace mucha resistencia y puede que lo que se rompa no sean sus aletas, sino vuestra palometa. Se os quedará una cara de idiota viendo como el pez se larga de la cueva y se va a otra, además de romperos vuestra varilla.

Yo os recomiendo que la tracción sea lateral y no hacia el exterior. Podréis empujar la varilla de lado a lado. El animal no sale hacia afuera pero se roza con el suelo. La varilla aguanta más empujando de lado que hacia afuera y podéis llegar a romperle las aletas.
Además con ese movimiento lateral conseguís desplazar al pez, y puede que en su nueva posición no pueda engancharse tan bien y se pueda sacar.

Si no sale. Lo cual es posible, hay que intentar herir más al animal. Para ello, lo ideal es una varilla sin muerte. Es decir que no tenga palometa. Podréis disparar repetidas veces al animal en la cabeza, buscando el cerebro, sin que se quede atascada la varilla. Si acertáis, el pez dejará de luchar y saldrá fácilmente. Otra forma, si el pez está al alcance de la mano es con el cuchillo.

NUNCA debéis intentar cogerlo de las agallas para sacarlo de su cueva. Es verdad que si lo cogéis de allí y tiráis hacia arriba el animal suele desengancharse y salir, pero es muy peligroso. Todas sus agallas tienen pequeñas púas. El animal puede cerrarlas (que es lo que hace instintivamente) y atraparos la mano. La fuerza de un bicho de más de 20 kilos puede no dejaros salir. Además un susto a esa profundidad puede llevaros al pánico, con un consumo exagerado de oxígeno y provocaros un síncope.

No os canséis bajando y bajando. Tened en cuenta que él está herido de muerte y su resistencia cada vez es menor. Bajad descansados para poder estar un rato debajo y mirar a ver si se le puede dar otro impacto (o con el cuchillo). Poco a poco saldrá.

Estando bien equipados, lo normal es sacarlo antes de media hora. Con un sólo fúsil y sin rematar al animal con cuchillo o varilla sin muerte, podéis tiraros horas forcejeando con él, que se haga de noche y tener que iros dejando vuestro equipo.
En ese caso atad las cuerdas de la varilla a alguna roca. O dejad la boya bien lastrada y fijada. Lo más probable es que si volvéis a primera mañana os encontréis al mero vivo y fuera de su casa. En Mallorca he oído esta historia varias veces.

Un último consejo, fuera del agua, para levantarlo, cogedlo de los ojos. No lo cojáis de las branquias, ya que están llenas de puas y los dedos se atrapan muy fácilmente.