La industria ballenera ha cazado una población tras otra de este
grandioso cetáceo, persiguiendo nuevas especies a medida que se iban
agotando. Hace ya casi 40 años que Greenpeace empezó a concienciar al
mundo sobre esta masacre.
En 1982 se prohibió la caza comercial de ballenas en los países que
formaban parte de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), debido a
una elevada presión social y al lamentable estado en el que se
encontraban las poblaciones de estos mamíferos. España era uno de los
países que cazaba ballenas hasta que entró en vigor esta moratoria, algo
que no sucedió hasta 1986. De hecho, el barco de Greenpeace Rainbow
Warrior I estuvo apresado en Ferrol por la Armada Española por
oponerse a los balleneros gallegos. En 1994 la misma CBI creó un
Santuario de Ballenas en la Antártida.
A pesar de estas prohibiciones, varios países siguen acabando con ellas:
Noruega presentó una objeción oficial a la moratoria en 1982 y continúa cazando en el Atlántico Norte.
Islandia abandonó la CBI en 1992, pero se reincorporó en 2003, con una objeción a la moratoria y comenzó la caza comercial en 2006.
Japón caza ballenas en la Antártida y el Pacífico Norte,
utilizando una laguna de la moratoria a la caza comercial de ballenas,
que permite a los países cazar ballenas para “investigación científica”.
Sin embargo, esta “caza científica” es una farsa, ya que la carne de ballena se empaqueta y se vende en el mercado. En 2008, dos miembros de Greenpeace Japón,
Junichi Sato y Toru Suzuki, destaparon el escándalo de contrabando de
carne de ballena y demostraron cómo la carne llegaba a los mercados. A
pesar de las pruebas, fueron condenados a 18 meses de prisión con tres
años de libertad con cargos en un proceso judicial lleno de
irregularidades. En marzo de 2014 el Tribunal Internacional de La Haya declaró ilegal la caza de ballenas con fines científicos de Japón en la Antártida.
Además de su caza, ahora las ballenas también tienen que hacer frente
a otras causas que están afectando seriamente a su supervivencia: el cambio climático, la contaminación, la destrucción del hábitat y la pesca descontrolada
son problemas que se deben ser abordar urgentemente si queremos un mar
saludable para las ballenas, para todos los seres que en él viven y para
las comunidades que dependen de él.
Lamentablemente, de las diferentes especies de ballenas que existen, casi todas sus poblaciones se encuentran reducidas,
algunas al borde de la extinción, otras en lenta recuperación y algunas
tienen en jaque a los científicos, que no logran descifrar si se
recuperan o decrece su número. Por ejemplo, la ballena azul -el animal
más grande que ha habitado jamás el planeta- aún no se ha recuperado de
la caza indiscriminada que la llevó al borde de la extinción. Y como
ella, muchas otras.
Estos datos son especialmente preocupantes, pues las ballenas viven
mucho tiempo -pueden alcanzar entre los 70 y 150 años- y su reproducción
es muy lenta.
Greenpeace lucha por poner fin a la caza comercial de ballenas
y a la realizada bajo supuestos fines científicos. La organización
quiere que la CBI se convierta en un organismo de conservación de estos
grandes mamíferos y tome las riendas de la protección y creación de
santuarios marinos para las ballenas. En Japón, la organización trabaja
concienzudamente en la concienciación del consumidor para que no compre
carne de ballena.
Greenpeace sí acepta la caza de subsistencia, porque es diferente a la caza comercial de ballenas. Y es que los objetivos de esta caza aborigen incluyen:
Asegurar que no aumenten seriamente los riesgos de extinción.
Permitir la captura a perpetuidad adecuada a las necesidades culturales y de nutrición.
Mantener poblaciones con niveles de reproducción biológicamente sostenibles
Bajo los reglamentos actuales de la CBI, la caza de subsistencia está permitida para las comunidades aborígenes
de Dinamarca, la Federación Rusa, San Vicente y Las Granadinas y
Estados Unidos. Es responsabilidad de cada gobierno dar a la Comisión
evidencia de las necesidades culturales y de subsistencia de su pueblo.
El Comité Científico brinda asesoría sobre los límites de captura
seguros de esos stocks.
El mero, por muchos considerado como el rey
de la pesca, es uno de los peces que más
técnica requieren para su captura. En el
presente artículo intento daros a conocer
todas mis experiencias en las costas mallorquinas. Hábitat y costumbres
El mero es un pez de distribución barométrica,
es decir, que a más profundidad, más
grandes son los ejemplares. Es por eso que aquellos
capaces de bajar más allá de los 30
metros pueden obtener buenas piezas con “relativa”
facilidad.
El mero es un cazador nocturno. Durante el día
lo veremos siempre en su casa, la cual se caracteriza
por:
• Tener más de una entrada, y sin visibilidad
entre ellas. Es decir, si le atacan por una entrada,
el pez siempre podrá salir por otro lado
sin que el atacante le vea.
• Tener un espacio muerto. Un punto en donde
puede colocarse el mero sin ser visto desde ninguna
de las entradas.
• Las entradas tienen el espacio justo para
que él quepa. Esto le permite dos cosas:
a) que no puedan entrar dentro de su casa animales
más grandes que él y b) que se pueda
enrocar con facilidad.
Además el mero siempre dispone de segundas
residencias. Estos agujeros nunca son tan completos
como su casa habitual, pero le pueden dar un refugio
si se siente amenazado lejos de su casa.
A medida que el mero va creciendo va abandonando
su casa en busca de nuevas, que sean más
grandes y a mayor profundidad.
El mero es un pez que puede crecer indefinidamente,
aunque en el mediterraneo es muy raro ver ejemplares
sobre los 60 Kilos. No obstante en otros mares superan
los 100. A mayor tamaño, mayores son sus
necesidades alimenticias, por lo que se empieza
a convertir en un depredador insaciable. Si cogéis
un mero de más de 30 Kilos podéis
estar seguros de que le habéis hecho un favor
al mar.
Como ya he dicho, durante el día está
en su casa, normalmente con medio cuerpo fuera de
ella para vigilar su entorno. Si se siente amenazado
entra en ella y se esconde. Al caer la tarde y poco
antes de anochecer, sale de su casa en busca de
sus presas. Pero siempre por las mismas zonas, en
las que conoce el paradero de segundas residencias
que le den seguridad en caso de necesidad.
Su captura
Su captura conlleva tres pasos:
1. Localización: Encontrar al pez.
2. Disparo: Arponearlo.
3. Extracción: Sacarlo de su cueva.
Localización
Una de las formas de localizarlo es haciendo pasadas
a media altura, oteando el fondo marino. Si nuestros
movimientos son lentos probablemente no nos verá.
Podemos encontrarlo de dos formas, dependiendo de
la hora del día:
• Paseando en busca de presas: En este caso
mi recomendación es que si puedes vayas directamente
a por él. Si puedes hacerle una caída
será lo mejor, pero sino no importa. Lo más
probable si te ve es que se esconda corriendo en
una segunda residencia. Allí lo pescaremos
al agujero.
• Medio asomado en su casa: En este caso,
sube, toma aire y hazle una caída. Si la
caída fracasa el pez se esconderá.
Tendremos que pescarlo al agujero.
Si lo hemos cogido fuera de su casa, o en la puerta
hay que tirar corriendo de él, ya que nos
ahorraremos todas las fases posteriores.
Si en cambio se mete en su casa (lo más común),
la tarea será bastante más larga.
Otra opción es encontrarlo mientras rastreamos
agujeros. Sea como fuere, una de dos, o lo hemos
capturado fuera o esta enrocado.
Disparo
Doy por sentado que el pez se ha escondido y hay
que pescarlo al agujero. El mayor problema está
en que normalmente se esconderá de la vista
y no podremos darle. Para sacarlo de ahí
hay varias formas:
• Si se trata de un gran mero, probablemente
podamos entrar hasta dentro y disparle. Sólo
os recomiendo hacer eso cuando el fondo de la casa
sea de arena (sólo se suele dar en segundas
residencias). En ese caso le daréis y el
pez levantará una nube de arena que no os
dejará ver nada. Pero a la siguiente inmersión
podréis sacarlo, ya que él no podrá
enrocarse, porque patinará en la arena. De
todas formas hay que estar muy seguros de que el
animal no podrá enrocarse, porque si se enroca
en una zona oculta su extracción será
imposible.
• Si no os atrevéis a entrar o no cabéis,
podéis sorprenderlo. Sube a la superficie.
Toma aire y espera. Cuando vuelvas a bajar hazlo
muy sigilosamente y boca abajo. Debes aparecer de
pronto en la entrada con el fusil preparado. Probablemente
el mero haya salido de su lugar oculto, seguirá
en su casa, pero a la vista. Tendréis poco
tiempo hasta que se vuelva a ocultar por lo que
hay que evitar retrasar el disparo. Esto lo podréis
hacer varias veces, pero a la cuarta o quinta fallida,
el mero se aprende el truco y ya estará siempre
en su zona oculta, o casi en ella. Vamos que el
mejor momento es el primero, y cuanto más
tardes peor se pone la cosa.
• Otra forma es ver donde se está escondiendo
y hacerle una espera al agujero. Esto es, quedarse
quietos apuntando al sitio en donde asomará
el mero. Cada cierto tiempo el mero se asoma a ver
si nos hemos ido. Se asoma muy poco tiempo, pero
hay una ventaja, lo que asoma es la cabeza, el mejor
sitio para dispararle.
Con los meros hay que estar muy seguros de que estamos
disparando desde una entrada de la que puede salir.
Si no lo hacemos así, perderemos al mero
y las varillas que le lancemos.
El lugar idóneo para darle es en las branquias.
Excepto la superficie del pez, que es dura, las
branquias son huecas, por lo que la varilla pasa
fácilmente. Además todas las agallas
son muy duras y ofrecerán una resistencia
formidable a la palometa (la parte móvil
de la punta de la tahitiana). En esa zona no hay
riesgo de desgarros, ya que está rodeada
por hueso, tanto arriba como abajo. Si le damos
en otra zona tenemos un serio riesgo de desgarro.
Nada más darle hay que empujar la varilla
para asegurar que pasa la palometa, y tirar del
pez. En este momento el pez está desorientado
y se mueve violentamente, por lo que no se ha enrocado
bien. Un tirón certero puede sacar al animal
nada más darle.
Si no saliese, hay que soltar carrete y subir a
la superficie con el fusil, pero siempre manteniendo
la cuerda tensa. Una vez en superficie le colocamos
una mini-bolla sumergida para que siempre esté
tirando de el mero. La cuerda deberá estar
tensa en todo momento.
NUNCA, bajo ningún concepto dejéis
el fusil en el fondo. Si el mero deja de notar tensión
se irá al fondo de su cueva. Perderéis
acceso a la varilla, y si el fúsil está
en el fondo puede que incluso también lo
perdáis. Por lo tanto carrete y siempre tenso.
Aquí hay varios trucos:
• Si no tenéis mini-bolla, podéis
usar la bolla normal. Atad la cuerda a vuestra bolla
semi-sumergida. Esto tiene el inconveniente de que
si el mero sale un poco, la cuerda se destensa y
hay que volver a atarla en otro punto.
• Si no tenéis carrete podéis,
antes de disparar al mero, atar el fusil a la cuerda
de la bolla. Una vez dado deberéis atar la
cuerda de nuevo a la bolla para que ésta
esté tensa.
Extracción
Si el primer impacto está mal dado, o es
dudoso que el animal se pueda desgarrar, deberéis
(si tenéis más de un fusil) darle
otro impacto en zona segura, antes de intentar sacarlo.
Aquí entra ahora en juego el material especial
que podáis tener. En principio con dos impactos
en el animal, seguro que ya no se escapa. Ahora
hay que sacarlo.
El animal usa sus aletas y agallas a modo de ancla.
Son muy duras y difícilmente las podréis
romper. Sacarlo hacia afuera puede ser muy complicado.
Si tiráis hacia afuera os encontraréis
con que no podéis hacer mucha fuerza porque
os resbalan las manos. NUNCA debéis tirar
de la cuerda para sacarlo, correréis el riesgo
de romperla. Si tenéis un desenroscavarillas,
o un fusil como el Picasso (que lleva uno incorporado)
podréis engancharlo y tirar hacia afuera.
No obstante el animal hace mucha resistencia y puede
que lo que se rompa no sean sus aletas, sino vuestra
palometa. Se os quedará una cara de idiota
viendo como el pez se larga de la cueva y se va
a otra, además de romperos vuestra varilla.
Yo os recomiendo que la tracción sea lateral
y no hacia el exterior. Podréis empujar la
varilla de lado a lado. El animal no sale hacia
afuera pero se roza con el suelo. La varilla aguanta
más empujando de lado que hacia afuera y
podéis llegar a romperle las aletas.
Además con ese movimiento lateral conseguís
desplazar al pez, y puede que en su nueva posición
no pueda engancharse tan bien y se pueda sacar.
Si no sale. Lo cual es posible, hay que intentar
herir más al animal. Para ello, lo ideal
es una varilla sin muerte. Es decir que no tenga
palometa. Podréis disparar repetidas veces
al animal en la cabeza, buscando el cerebro, sin
que se quede atascada la varilla. Si acertáis,
el pez dejará de luchar y saldrá fácilmente.
Otra forma, si el pez está al alcance de
la mano es con el cuchillo.
NUNCA debéis intentar cogerlo de las agallas
para sacarlo de su cueva. Es verdad que si lo cogéis
de allí y tiráis hacia arriba el animal
suele desengancharse y salir, pero es muy peligroso.
Todas sus agallas tienen pequeñas púas.
El animal puede cerrarlas (que es lo que hace instintivamente)
y atraparos la mano. La fuerza de un bicho de más
de 20 kilos puede no dejaros salir. Además
un susto a esa profundidad puede llevaros al pánico,
con un consumo exagerado de oxígeno y provocaros
un síncope.
No os canséis bajando y bajando. Tened en
cuenta que él está herido de muerte
y su resistencia cada vez es menor. Bajad descansados
para poder estar un rato debajo y mirar a ver si
se le puede dar otro impacto (o con el cuchillo).
Poco a poco saldrá.
Estando bien equipados, lo normal es sacarlo antes
de media hora. Con un sólo fúsil y
sin rematar al animal con cuchillo o varilla sin
muerte, podéis tiraros horas forcejeando
con él, que se haga de noche y tener que
iros dejando vuestro equipo.
En ese caso atad las cuerdas de la varilla a alguna
roca. O dejad la boya bien lastrada y fijada. Lo
más probable es que si volvéis a primera
mañana os encontréis al mero vivo
y fuera de su casa. En Mallorca he oído esta
historia varias veces.
Un último consejo, fuera del agua, para levantarlo,
cogedlo de los ojos. No lo cojáis de las
branquias, ya que están llenas de puas y
los dedos se atrapan muy fácilmente.